Aprender inglés es un poco como escalar una montaña. Al principio, cuando empiezas en A1, la sensación es que avanzas rápido, casi como si subieras una colina. Cada palabra nueva, cada frase que entiendes, es un paso evidente hacia arriba. El progreso se ve, se siente, y eso motiva mucho.
Pero cuando llegas a niveles intermedios, como B1 o B2, la pendiente empieza a cambiar. Ya no basta con caminar; necesitas técnica. Aparecen las irregularidades del terreno: la gramática más compleja, las estructuras avanzadas, las sutilezas del vocabulario. Avanzas, sí, pero la subida se hace más lenta. A veces parece que estás en el mismo lugar, aunque en realidad estás construyendo la resistencia y las habilidades que te permitirán seguir escalando.
Y luego está C1. Aquí la montaña se convierte en un verdadero reto. La pendiente es fuerte, el terreno exige concentración y esfuerzo constante. Sin embargo, lo maravilloso de este nivel es que, una vez que lo alcanzas, cualquier tramo más abajo —entre A1 y B2— se vuelve increíblemente fácil. Es como si hubieras entrenado tanto que caminar por zonas que antes parecían duras ahora no te supusiera ningún esfuerzo. Tienes un control total de la ruta, respiras con calma, avanzas con seguridad.
Ahora bien, no se trata solo del número de horas que dediques, sino de la calidad de esas horas. ¿Estás concentrado o distraído con el móvil? ¿Participas en clase, preguntas, intentas hablar aunque te equivoques? ¿Haces los deberes, das un paso extra fuera del aula? Estas pequeñas decisiones multiplican el efecto del tiempo invertido.
Si la metáfora de la montaña no termina de convencerte, también puedes guiarte por una referencia muy clara y oficial: la de Cambridge English Assessment, que estima el número de horas aproximadas de estudio necesarias para progresar de un nivel a otro.
Tabla orientativa (según Cambridge English):
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A1 → A2: ~100–150 horas
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A2 → B1: ~180–200 horas
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B1 → B2: ~200–250 horas
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B2 → C1: ~250–300 horas
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C1 → C2: ~300+ horas
Es importante recordar que estas horas son una media estimada: cada persona aprende a un ritmo distinto y, como ya dijimos, la calidad del estudio, la constancia y la implicación marcan una enorme diferencia.